El hombre siempre ha querido entender el origen del Universo. Primero lo explicó con la teoría geocéntrica, después lo hizo con el Modelo Estándar, que postula un conjunto de partículas con distintas propiedades. El intento más famoso por obtener esa “teoría del todo” se denomina Teoría de Cuerdas.
La idea de la Teoría de Cuerdas era sencilla: las partículas elementales no son puntuables sino que se componen de minúsculas cuerdas que vibran. Los diferentes modos de vibración dan lugar a las partículas conocidas, y explican propiedades como su masa o su carga eléctrica. Pero aparecieron problemas:
El primero fue que la teoría inicial requería la existencia de un espacio multidimensional, y nuestro Universo solo tiene cuatro dimensiones. En los años veinte se postuló la existencia de 26 dimensiones.

Con la Teoría de Supercuerdas surgió un problema: la aparición de toda una familia de partículas supersimétricas que nunca había sido observadas. En la actualidad seguimos buscándolas.
Mientras se buscaban pruebas experimentales, los teóricos de cuerdas continuaron su trabajo y la teoría se siguió complicando.
Aparecieron cinco grandes teorías de cuerda: Tipo I, Tipo II, Tipo IIB, heterótica SO(32), heterótica E8xE8, empezaron a enfrentarse unas a otras por el título de Teoría del Todo.
Apareció, también, la Teoría M, en la que hay 7 dimensiones nuevas. Se quiere saber de cuántas formas se pueden enrollar estas dimensiones, unas respecto a otras, para obtener una línea unidimensional.
Apareció, también, la Teoría M, en la que hay 7 dimensiones nuevas. Se quiere saber de cuántas formas se pueden enrollar estas dimensiones, unas respecto a otras, para obtener una línea unidimensional.
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